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RESEÑANDO: SEIS FORMAS DE MORIR EN TEXAS DE MARINA PEREZAGUA – A P O L O R A M A
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RESEÑANDO: SEIS FORMAS DE MORIR EN TEXAS DE MARINA PEREZAGUA

RESEÑANDO: SEIS FORMAS DE MORIR EN TEXAS DE MARINA PEREZAGUA

 

Seré asesinada por el Estado antes de mi treinta y tres cumpleaños”.

 

De que va:

Seis formas de morir en Texas es una novela cruda en la que varias personas quedan ligadas de por vida por un corazón, un órgano vivo, vinculado a la muerte. La historia de dos familias y dos continentes. Perezagua habla de tráfico de órganos, redención de pecados, venganza, amor, de la esencia del ser humano, del azar y del destino. Una autora se ha ido consolidando en la actual narrativa española.

 ‘Seis formas de morir en Texas’

Un hombre es ajusticiado en una cárcel china y sus órganos son vendidos en el mercado negro de órganos. Su corazón acaba alojado en el pecho de un norteamericano, y ese trasplante marca el futuro de las siguientes generaciones. Según la tradición budista, si el corazón no se entierra con el resto del cuerpo, el muerto jamás logrará descansar en paz. Por eso los herederos del difunto se proponen devolver el órgano de vuelta a China.

Yo:

Podría traer aquí las excelentes críticas que leo sobre ella para contraponer mi manera de decepcionarme ante una lectura que durante muchas páginas estuvo en ese borde incómodo entre la excelencia, la magia y la sensación de haber elegido mal el libro que uno lee. Porque no todos los libros están escritos para uno. Lo digo mucho. Este, desde luego, no está escrito para mí. La culpa es mía.

No obstante, vaya por delante, que en Seis formas de morir en Texas hay excelentes motivos para su lectura. Pocos y nunca muy continuados. Pero los hay. Porque su autora no es una recién llegada y porque sabe construir momentos de una belleza triste al alcance de muy pocos literatos.

 

Recordé aquellos campos de mi infancia a la caída de la tarde. Sus colores eran hermosísimos. El azul del cielo pasaba en un instante a un rojo encendido como el hierro en una fragua. Me pregunté si en el cielo hay granjas, o mataderos. Tal vez en el cielo y a esas horas estuviera teniendo lugar una matanza, y quizás viví mi niñez bajo la influencia de miles de masacres. O tal vez los atardeceres rojos sean el lomo marcado a fuego de un dios que, por ser mucho más grande, nadie puede ver por completo, más allá de esa marca incandescente -los colores del sol cuando se está poniendo-. Un dios que en cada atardecer se hace en la carne una señal a hierro para recordar su existencia a los hombres sin tener que mostrar su cuerpo incomprensible y dolorido”.

La novela de Perezagua ahonda en la infamia de la pena de muerte. No únicamente, pero sí por encima de las otras cosas que denuncia (las brutales extracciones de órganos que lleva a cabo el Partido Comunista de China, sic), que nos muestra descarnadamente, valga la expresión. Y su protagonista es una condenada a muerte que vivirá casi toda su vida en el corredor de la muerte en cuyos sueños, desde que entró en esa cárcel especialísima, “siempre estaba presa”.

“Yo no voy a morir, que nadie se equivoque, yo voy a ser asesinada.

 

Es una novela que también nos hace estallar en nuestra conciencia, larvadamente, la histórica situación de la mujer, como ser dominado… por el varón. Así, podemos leerla a la madre de la protagonista esta desgarradora confesión:

“Ya no recuerdo si el miedo me viene de mi padre y de mi marido o si nací miedosa. Apenas recuerdo cómo era yo antes de que estos dos hombres me dijeran cómo soy”.

La protagonista, “un nombre, nunca un verbo”, aprende a leer en prisión (recupera la vista en ella, de hecho, pero esa es otra historia, otra historia incomprensible, poco creíble, inverosímil incluso):

“Pues bien, fue a partir de que aprendí a leer cuando fui capaz de soñarme en libertad, y no solo eso, sino que al despertar recordaba esas fantasías que resultaban ser, en sí mismas, historias.

Soñar llegó a ser el acto más subversivo que podía permitirme, y comencé a escuchar de otro modo la advertencia que de vez en cuando me lanzaba la única mujer guardia que he conocido aquí. Al pasar por mi celda susurraba: ‘Vigila tus pensamientos’”.

En esa prisión, ella y las demás mujeres condenadas a morir son domeñadas como los animales de un circo: se las rompen “las vértebras del espíritu”.

En el libro de Perezagua (donde podemos toparnos con textos como “hoy es uno de esos días en que tengo el vientre hinchado de soledad”) hay seres humanos buenos capaces de oír “el llanto del mundo”, humanos que son “los olvidados del tiempo” (que tal vez no y sí lo sean, sic), y quizás la más hermosa frase que se pueda leer en él sea la que dice…

“Todos deberíamos tener por espejo los ojos de quien nos ama”.

Creo que el centro moral del asunto que es Seis formas de morir en Texas (que trata de “lo insólito del caso de una condenada a muerte que se presta como donante cardíaca”) se encuentra en lo que leo en una de sus páginas. Ahí lo dejo:

“Podrías acusarme de morbosa al escribir estos detalles, pero tú no podrías describirlo de otra manera, nadie podría describirlo de otra manera. O se cuenta, o se silencia. Aunque se trate de una tortura institucionalizada por el Estado no hay forma humana de describirla sin apelar al horror. Eso es todo”.

Marina Perezagua, la narradora de la novela, el narrador, mejor dicho, nos explica a menudo en el libro su actuación. Y esa metaliteratura creo que dañó y lastró aún más mi lectura, quizás porque cuando yo escribo utilizo esos recursos de una manera diferente que no sirve para justificar nada de cuanto es la ficción que está leyendo quien me lee:

“Lo que se siente tiene la misma consistencia emocional, y aún más, que lo que sucede. Así, debo ser fiel a dos narraciones: la que ocurre de acuerdo con el sentir de Robyn y la que ocurrirá como desenlace inesperado para todos, también para ella. […]

Como narrador, no puedo contar datos de vital importancia para esta historia, un recurso destinado a ofrecer una visión mucho más integral de lo que pasa en el interior de Robyn. Silencio una parte de la verdad para revelarla al completo, y dejo a cargo de la elipsis la posibilidad de una información más precisa y verdadera. Baste por ahora en insistir en que lo que se nos oculta significa”.

Si no tenías interés en leer Seis formas de morir en Texas y has leído este texto, has leído (lo que yo tengo por) lo mejor de la novela. Si quieres leerla: toda tuya. Estás en tu derecho, porque probablemente sí esté escrita para ti.

Denisse De la Parra