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NOCHE PROFUNDA, UNA APROXIMACIÓN DEL ROCK AL BOLERO – A P O L O R A M A
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NOCHE PROFUNDA, UNA APROXIMACIÓN DEL ROCK AL BOLERO

NOCHE PROFUNDA, UNA APROXIMACIÓN DEL ROCK AL BOLERO

Estamos en 2019, a punto de que tengas en tus manos un disco que tiende
puentes con el pasado, pero no sólo de la forma en que lo intuyes. Es decir,
que contiene boleros del ayer interpretados por músicos del rock de hoy.
Obvio, eso cuenta, pero también otras historias que vale la pena que tengas
en perspectiva antes de que decidas prestarle el oído.

Fue en 2016, en los meses previos a la realización de la edición 30 de
la Feria Internacional del Libro, que un grupo de nostálgicos, entre ellos José
Manuel Aguilera, fantasearon con la idea de llevar algunos boleros a una
nueva sonoridad. Su propósito era crear un espectáculo para acompañar el
programa musical que la FIL tendría dedicado a Latinoamérica, que en esa
rimbombante ocasión —tres décadas de existencia— había sido designada
“Invitada de honor”.

Acto seguido, las ideas brotaron y se fueron aterrizando. Una lista de colaboradores, tanto músicos como cantantes, se barajó con el propósito de materializar aquella iniciativa. Finalmente, luego de semanas de preparación, de hacer arreglos y dedicarle ensayos, Noche Profunda se estrenó ante un lleno total en el Foro Expo de Guadalajara, en el mes de diciembre de ese año.

Quizás, aquel logro era suficiente, todo lo que el proyecto hubiera deseado al momento de su concepción. Pero los nostálgicos son insaciables. Así que pronto, la idea de perpetrar estos renovados boleros, agrupándolos en un álbum, encendió de nuevo sus motores. Y una historia más dio inicio, ahora a través de horas de estudio y grabaciones del que sería, meses más tarde, Noche Profunda. Una Aproximación del Rock al Bolero. Tanto el espectáculo como el disco, han sido posibles gracias a la Universidad de
Guadalajara, a través de la Coordinación de Música de Cultura UDG.

 

No diremos más. Sólo que te invitamos a escuchar las anécdotas que recuentan los ires y venires que el proyecto Noche Profunda ha significado, y que ahora queremos compartir con todos aquellos que gustan del bolero o del rock o de la música que se hace con corazón y locura y respeto por el pasado y frenesí por el futuro.

 

¿Qué cercanía temática comparten el bolero y el rock? Quizás la cercanía perversa y casi imperceptible que hay entre la noche profunda y la madrugada: esa línea fronteriza que distingue a uno del otro pero que a su vez anuda complicidades y les permite compartir
sus más rotundos impulsos: la lucidez incombustible/ el extravío etílico/ la individualidad ardiente/ el deseo furtivo/ la luz crepuscular.

Las canciones aquí reunidas, interpretaciones todas ellas de boleros -titubeos si llamarlos clásicos, oscuros o de arrabal-, no pueden sacudirse su tono lúgubre, nocturno, melancólico. Musicalmente en todas rezuma una sonoridad que las transgrede y las recupera del pasado, revistiéndolas de una nueva piel. Algunas de ellas añoran
amores perdidos e irrecuperables, otras refieren al desasosiego que
traen consigo la distancia y el alejamiento, y unas más surgen del naufragio existencial donde desemboca el desamparo. Acompañado por la inspirada Orquesta Noche Profunda -el grupo que dirigió José Manuel Aguilera, conformado por Alfonso André en
batería, Yann Zaragoza en teclados, Adolfo Romero en guitarras, Ernick Romero al bajo, Chuyín Barrera en la percusión, Chemín Santillanes y Christian Briseño en trompetas y trombón respectivamente-, Gerardo Enciso en “Vendaval sin rumbo” se
asume estoico ante el temporal de su tragedia. Tras una cadencia circular que marca sus compases iniciales, el trazo sinuoso de una guitarra eléctrica acentúa su dramatismo. Es allí donde él acepta su derrota sentimental y encara la muerte metafórica que su letra
describe, arropada por una acometida de metales que se antoja funeraria, como de procesión abriéndose paso resignadamente entre calles ensombrecidas por la pena.

 

Los primeros golpes de percusión que abren “Negrura”, evocadores de “Jockey Full of Bourbon” de Tom Waits, exhiben de entrada su
aliento etílico y su espíritu congalero. Pero el diálogo que establecen las guitarras que la envuelven a continuación, la encaminan hacia otra esquina. La forma en que Jaime López la canta, con voz áspera y desgarradora, así como el aire espectral y eléctrico que la distingue, le imprimen singularidad sin mermar para nada su alma abolerada.

“Miénteme”, el bolero que entona Cecilia Toussaint, no escatima en expresividad y, desde sus primeros acordes, una serpentina guitarrera señala el rumbo que su sobria instrumentación acatará, jugueteando a lo largo de sus tres minutos y medio con la apasionada voz de quien en otros momentos de su carrera ha confesado una intensa veneración por el género.

Vehemente en sus maneras, “Amor de medianoche”, la entrega que de ella hace Juan Cirerol, sugiere un ambiente tabernario e insomne apuntalado por un requinto que reinventa su línea melódica y lleva al cantante norteño a recorrer un sendero musical que no le habíamos escuchado antes.

La mutante estructura musical con que Aguilera traza “Estrella solitaria” nos adentra paulatinamente en el sentimiento de  incertidumbre que la anima. Inicia con una sonoridad muy de aliento cinematográfico, de vaporoso thriller en blanco y negro de los años 50. Enseguida detona una cadencia que, si bien evoca la música de
salón de baile, no esconde su pertenencia al rock. Y más delante, hacia su final, irrumpe un solo, embriagador y punzante, que enfatiza el tono de misterio y ensoñación que la matizan.

 

Inmersiones todas ellas en un universo musical que habrá quien suponga erosionado por el paso del tiempo, pero qué en la complicidad de estos músicos y cantantes, lujosamente complementados por Denisse Gutiérrez, Valentina González, Ugo
Rodríguez y Luis Humberto Navejas, exhibe una vez más con orgullo, malicia e incuestionable vigencia sus mejores cicatrices.

Enrique Blanc

 

Denisse De la Parra